La provincia de Jaén se vuelve a enfrentar un año más a las consecuencias del cambio climático con la escasez de lluvia y las altas temperaturas, mientras que las pocas precipitaciones que llegan lo hacen de forma tan intensa que afecta a la floración. Estos factores ya se han convertido en una alerta urgente por la posible reducción de la cosecha de la aceituna hasta en un 50%. Por ello, se está cuestionando la rentabilidad del campo durante estos últimos años.
La sequía no solo pone en peligro la cosecha de esta temporada, sino que también lo hace con la cosecha del año que viene, ya que la escasez de contención de agua ha dificultado el crecimiento del olivo, y no ha permitido su correcta floración de cara al próximo año. El ingeniero agrónomo y secretario de Organización de COAG Jaén, Francisco Elvira, explica que “el árbol acumula hidratos de carbono durante los meses de verano y, posteriormente, se transforma en aceite durante los meses de septiembre y octubre”. Pero señala que las dificultades que se encuentran en la última fase de maduración del fruto pueden ocasionar otro problema: que el fruto tenga menos aceite de lo esperado.
Además, asegura que, “en las olivas de secano, la cosecha del presente año es prácticamente inexistente, ya que los pocos frutos que habían resistido en las zonas más húmedas se están perdiendo”.
La sequía también afectará, en términos económicos, a la producción de aceite de oliva. Según la Secretaría Ejecutiva del COI, su consumo mundial alcanzó las 3.214.500 toneladas en la campaña del año anterior, 2021/2022, lo que supuso un aumento del 2,9% respecto a la campaña del 2020/2021. Pero este consumo continúa en aumento, a la vez que se reducen tanto las reservas del 2018 (último año de cosechas más abundantes) como las cosechas actuales. En suma, en nuestra provincia se prevé la producción de aproximadamente 250.000 toneladas de aceite de oliva para la campaña 2022/2023 en comparación con las 500.000 toneladas producidas en la campaña anterior. Es decir, la producción del oro líquido es menor que la demanda de consumo, por lo que, siguiendo las reglas del mercado, aumentarían los precios para el consumidor.
El vicesecretario general de Organización y Finanzas UPA Jaén, Elio Sánchez, apunta que aumentará el precio del aceite de oliva, pero, “hasta el momento, ese aumento no es tan desorbitado como el incremento del 200% del aceite de girasol”. Sin embargo, no solo aumenta el precio de consumo. “La subida del precio de la electricidad, del abono y fertilizantes o las consecuencias de la guerra en Ucrania también han llegado al mar de olivos jiennense, ya que el gasto en combustible es mayor, y menos rentable, que los años anteriores”, asegura.
Por otra parte, Francisco Elvira aboga por un mayor proteccionismo institucional para el campo y ofrecer ayuda a los agricultores para superar más fácilmente los efectos de las sequías. “Debería ser así, pero no solo con la PAC (Política Agraria Común), sino que no se debería liberalizar tanto el mercado con los productos alimentarios, porque se está convirtiendo en un bien de primera necesidad.… La alimentación se convertirá en un bien controlado como la energía y otros sectores. Muchos fondos de inversión han dejado el ladrillo y se están viniendo a la agricultura”, señala el ingeniero agrónomo, quien denuncia que no se están implantando medidas reales para la defensa del campo.
Del mismo modo, señala el “abandono específico de la provincia de Jaén, puesto que, con el Decreto Ley 2/2022, se ampliaban las medidas urgentes para paliar los efectos de la sequía en Andalucía”. Sin embargo, los olivareros jiennenses no se beneficiarán de algunas medidas de apoyo puestas en marcha por el Gobierno central para los usuarios de agua de riego en las zonas de excepcional sequía que reduzcan la dotación de agua en un 50%. “Jaén tiene una media de dotación de 1.500 metros cúbicos por hectárea (que ha sido reducida a los 900 metros cúbicos, aunque no ha llegado al mínimo exigido del 50%, por lo que continuarán pagando un canon de riego más bajo), mientras que, en el Bajo Guadalquivir, con dotaciones de 4.000 a 6.000 metros cúbicos de media, si reducen su dotación a la mitad, no pagarán canon de riego, a pesar de utilizar más agua que en Jaén”, añade Elvira.
En cuanto a las medidas más urgentes a corto plazo, Francisco Elvira insta a la necesidad de “establecer un marco normativo nuevo donde exista una estabilidad de precios, mercado, energía y costes de producción, además de facilitar el mantenimiento de las ayudas de la PAC”. Por otro lado, Elio Sánchez considera que “la solución no pasa por la fijación de precios del aceite de oliva en el mercado” y defiende “la inversión en infraestructuras, modernización y la eliminación del canon de riego”.
A pesar de estas denuncias y peticiones por parte de asociaciones agrícolas como COAG Jaén y UPA Jaén, entre los trabajadores del campo también existen otros factores que agudizan el cuestionamiento de la rentabilidad del campo. Martín, un agricultor de Arroyo del Ojanco, manifiesta su descontento con la desvalorización del aceite de oliva en el mercado. “Los italianos compran aceite en España más barato para luego incrementar su precio en Italia”, alega, y afirma que “si además aumentan los costes de producción, se nos hace menos rentable coger la aceituna”.
Respecto al ahorro de agua, Martín considera necesaria una modificación de los planes de regadío “que garanticen una mejor distribución para que llegue a todos los trabajadores del campo”. Asimismo, apuesta por la modernización del regadío “utilizando mecanismos de goteo que permitan mantener un mayor aprovechamiento del agua”.
“Los efectos de la sequía y la adopción de plantaciones intensivas o superintensivas están desembocando en la pérdida de trabajo y, en consecuencia, contribuyendo a la despoblación”, señala Martín. Denuncia que la optimización de beneficios para los empresarios del campo conlleve el abandono del olivar tradicional (que requiere un trabajo mayoritariamente manual y suficiente mano de obra) frente al modelo intensivo, que se caracteriza por la abundante modernización de maquinaria, lo que ha acabado con centenares de puestos de trabajo.
En definitiva, el campo necesita una nueva planificación que se adapte a la situación de sequía y a las dificultades de producción originadas por la crisis climática, así como una modernización del regadío que permita ahorrar agua ante un escenario de escasez prolongada. Igualmente, se requiere una correcta distribución de las ayudas institucionales en las zonas de excepcional sequía, así como un estudio de las diferentes modalidades de cultivo que logren hacer la olivicultura rentable en una provincia amenazada por el éxodo rural.