
Antonio Jesús Alcalá Perea (Jaén)-. Toda ciudad guarda un sinfín de leyendas y enigmas, pero en Jaén brotan por cada rincón de su casco histórico. Estos mitos han sido contados siglo tras siglo y generación tras generación, algunos de ellos han trascendido más que otros, pero cada una de estas historias vale la pena ser escuchadas.
Con el cambio de hora, las noches más largas y el frio que empieza a acechar, lo que más pega es estar sentados al calor de una lumbre o de nuestro tradicional brasero, viendo películas, escuchando historias o algunas de las leyendas de la ciudad, sobre todo que tengan un halo de misterio. Conoce estas de las varias leyendas tradicionales que forman parte de nuestra historia.
Leyenda del Padre Canillas
Por las empedradas, angostas y empinadas calles que conforma el centro, se levanta uno de los sitios más entrañables de la ciudad, el Arco de San Lorenzo. El monumento tiene tanta belleza al igual que historias que contar. Pasar por aquí en las frías y tranquilas noches de invierno siempre te levanta un gran “escalofrío” que hace apresurarte del lugar.
Hace ya bastantes años sobre las once de la noche, caminaba un joven hacia la Plaza de la Merced que acababa de dejar a su enamorada en el barrio San Juan. A esas tardías horas la calle se encontraba sin vida, aunque al rato de caminar el viandante vislumbró una sombra que avanzaba hacia él. Aquella sombra delgada, alta y de paso ligero, con sotana, sombrero y capa resultó ser un sacerdote que necesitaba ayuda para realizar una celebración en la capilla del Arco de San Lorenzo. Sin pensarlo el joven aceptó, pues a pesar del frio no quería negar la petición de aquel clérigo. Una vez dentro de la capilla, el joven aprecia en una de las genuflexiones del sacerdote, que en lugar de dos tobillos sobresalía de la sotana las canillas de un esqueleto.
El susto que se llevó fue bastante fuerte, por lo que decidió salir “pitando” de aquel tenebroso lugar. Mientras corría por las aceras del casco antiguo camino a su casa, un nuevo hombre se acercó hacía el para ver que le sucedía. De nuevo resultó ser otro sacerdote que escuchaba atónito la historia que le contaba. Al terminar de contarle el extraño acontecimiento que le había ocurrido en aquella capilla cercana a la calle Madre de Dios, el cura se alzó la sotana. Aquel muchacho no daba crédito a lo que estaba pasando, pues volvió a contemplar aquellas canillas que ya había visto momentos antes. El sacerdote se empezó a reír y a burlarse del atemorizado hombre, pues le preguntó si “aquellos tobillos que había visto eran como los suyos”, mostrándole las canillas descarnadas y sin vida.
Según los viandantes y vecinos de la zona todavía se pueden escuchar aquellos pasos ligeros del Padre Canillas desde el Arco de San Lorenzo a la Plaza de la Merced, que supuestamente acompañan con una extraña presencia.

La casa del Miedo
En plena Plaza de San Bartolomé, rodeada de naranjos, agua y un entramado de calles, se asienta la Casa del Miedo. Cuenta la leyenda que cuando se ponía el sol y se acercaba el crepúsculo del día, un fantasma paseaba por la plaza. Había un gran revuelo en la zona y los vecinos cerraban los postigos y ventanas ante el terror que provocaba este acontecimiento. Noche tras noche, el espectro deambulaba por las calles arrastrando unas cadenas sobre la acera. Este siempre se paraba enfrente de la Casa del Miedo y cuando se encontraba delante de esta, la puerta del edificio se abría “sola”.
Un día uno de los vecinos harto de la situación, se dispuso a esperar armado a este ya familiar protagonista que acechaba la zona. Al aparecer por la calle, el hombre armado corrió tras él y le quitó la sábana blanca que llevaba encima. No era ni más ni menos que un “fantasma enamorado” de carne y hueso, que todas las noches iba a buscar a su amada y no quería levantar sospechas.
Aunque este suceso quedó en anécdota por los vecinos, las historias de esta casa no se quedan ahí. Varios habitantes del edificio habían fallecido por extrañas circunstancias. La ciudadanía estaba convencida que aquella vivienda estaba llena de espectros. Esto hizo que muchos viandantes diesen la vuelta al barrio o a la calle para no pasar por esta entrañable vivienda hoy convertida en un bloque de pisos.

Leyenda fantasma Alí
Hay dos versiones sobre esta leyenda, pero en ambas coinciden que el rey Alí, todavía se encuentra rondando los baños árabes. Según una de las historias, el rey falleció de calor un mediodía al ser encerrado en el hamman por sus enemigos. Este se encontraba dándose un baño de agua templada cuando sus detractores aprovecharon para avivar el fuego de las calderas para que así muriese ahogado y deshidratado debido a la alta temperatura. Otra de las versiones dice que el rey Alí fue apuñalado junto a una de las columnas de la sala, argumentando que dicha columna emana calor incluso energía positiva.
Muchos viandantes coinciden en que hay una parte de la sala que es más caliente que el resto. Además, ha habido varios casos donde varios visitantes han sufrido mareos, presencias o sus cámaras fotográficas y teléfonos se han quedado de repente sin batería. Parece que con todos los sucesos que cuentan los turistas, el alma del rey Alí quedó atrapada entre la belleza de estos baños.

La mona de la catedral
En la parte más antigua de la catedral de Jaén, se asienta una extraña criatura llamada popularmente como “la Mona”. Siempre se ha creído que esta figura tiene una cara oculta y se le ha vinculado a temas esotéricos. Se pensaba que la mona solo traía nada más que desgracias por lo que la gente decidía no prestarle atención y agachar la cabeza al pasar por la zona para no recibir una maldición por parte de esta.
Esta historia corría de generación en generación, ya que se le tenía pánico. En el siglo XIX, un grupo de niños quiso desafiar a la gárgola, pues querían contar la hazaña al resto sus compañeros. Pasaron una y otra vez debajo de la escultura, y le gritaban e insultaban. El grupo de niños les recibieron entre vivas y aplausos por su bravura. Las familias al enterarse de lo que había pasado, castigaron a sus hijos varias semanas para que no volviesen a acudir a ese lugar.
Muchos de los niños no se creían que este pequeño grupo retase a la mona, por lo que quisieron ir de nuevo para enseñarles a los “incrédulos” que realmente no pasaba nada y que era todo habladurías. El más atrevido lanzó una piedra a la escultura dejándole chata, mientras que los presentes se quedaron atónicos por lo hizo. El miedo y la alegría se apoderaron de todos ellos, y al rato aquel niño empezó a encontrarse mal. Los padres cuando se enteraron de lo que su hijo hizo y vieron que estaba enfermando, llamaron al médico pero al día siguiente el pequeño amaneció sin vida.
Hoy “la mona”, como se le conoce cariñosamente a este “personajillo”, es todo un icono de la ciudad. Se encuentra en la calle Valparaíso apodada como el “Callejón de la Mona”. Realmente esta figura no es un simio, muchos estudios han descubierto que puede ser un autorretrato de algún escultor de la catedral, pues tiene en su cabeza una barretina (gorro) típico de Cataluña y Aragón. También se ha pensado que es un hombre musulmán porque parece llevar un turbante anunciando su religión.
Aquella historia que recorría las calles del antiguo Jaén es ya pasado, pues la cosa ha cambiado mucho. Ahora se dice que encontrar a esta singular imagen de la catedral trae suerte y si das con ella podrás pedirle un deseo que con el paso del tiempo será concedido.
